A priori la función de los políticos es llevar el timón del barco, en este caso el barco representa un país entero. Estamos sumergidos en una era con una inflación disparada y en donde cada vez más la crispación de la ciudadanía no deja de crecer. Las diferentes formaciones políticas se reúnen a diario en la cámara del congreso, mejor dicho, en una especie de anfiteatro de la Antigua Roma ejerciendo de gladiadores. Vayan leyendo y verán a qué me refiero.
Los titulares que afloran en los periódicos cuando se habla del congreso siempre son los mismos: “duro enfrentamiento”, “tenso enfrentamiento”, “insultos en el congreso”. Si te paras 3 segundos y reflexionas, que es una acción difícil en la sociedad de la instantaneidad y la rapidez, te das cuenta de que los gladiadores romanos han resucitado, pero esta vez sin espadas y sin armadura, pero con una agresividad verbal pasmosa.
El nuevo anfiteatro romano
La finalidad principal del César en los anfiteatros romanos era evadir a la sociedad de sus problemas con el fin de evitar la crispación. Haciendo un paralelismo, hoy en día el anfiteatro sería el congreso y los gladiadores serían los políticos. Estos, los políticos, debaten a diario sobre temas estériles que no solucionan la vida de los ciudadanos, convirtiendo la cámara del congreso en una jaula de leones hambrientos que solo tratan de cazar a la presa y humillarla, es decir muchos gallos en un mismo gallinero.
Las víctimas de los enfrentamientos no son los políticos por supuesto, el culpable de todos los males es el ciudadano de a pie, que es la persona con los pies en la tierra, y la que se da cuenta de que llenar la cesta de la compra cada vez cuesta más. En el Imperio Romano el César y sus servidores vivían como dioses, mientras acribillaban al pueblo a base de impuestos. Es decir, miles de años después, la historia se repite pero con diferentes actores.